Probablemente ninguna mujer necesite convencerse de lo difícil que puede ser el periodo previo a la menopausia. Problemas como los sofocos importantes pasan a primer plano en el periodo perimenopáusico, pero no son las únicas quejas a las que se enfrentan las pacientes. De hecho, el periodo premenopáusico puede asociarse a la aparición de problemas de salud mental, a menudo pasados por alto por la paciente y quienes la rodean.
Variaciones en el tratamiento de la depresión perimenopáusica
En el tratamiento de la depresión perimenopáusica son útiles los métodos que se utilizan para tratar los trastornos afectivos típicos, es decir, la farmacoterapia y la psicoterapia. Sin embargo, este tipo de depresión se caracteriza porque el enfoque terapéutico también incluye intervenciones atípicas que no se aplican en otras formas de trastornos afectivos.
En este caso, se trata de la terapia hormonal sustitutiva. Al parecer, los estrógenos exógenos hacen posible que las pacientes mejoren no sólo sus dolencias somáticas, sino también su funcionamiento psicológico. Sin embargo, la introducción de la terapia hormonal en pacientes con depresión perimenopáusica debe ir precedida de una evaluación exhaustiva de su estado de salud y de la exclusión de contraindicaciones para su uso (como, por ejemplo, una mayor tendencia a la trombosis o antecedentes de cáncer de mama).
Sin embargo, antes de iniciar cualquier tratamiento, debe diagnosticarse el problema. Como ya se ha mencionado, la propia paciente puede no ser consciente de que su estado mental es anormal. Aquí es donde entra en juego el papel de la familia de la mujer perimenopáusica - si los parientes notan alguna anomalía, deben intentar que la paciente visite al menos a su médico de cabecera - un especialista podrá sugerirle si debe ser remitida ya a profesionales de la salud mental.
Los ginecólogos también deben ser conscientes del mayor riesgo de depresión en el periodo perimenopáusico, ya que son ellos a quienes suelen acudir las pacientes con molestias premenstruales. Estos especialistas deberían acordarse de evaluar no sólo los síntomas somáticos de sus pacientes, sino también prestar atención a su estado psicológico.
