Cuando se toma medicación para tratar la esquizofrenia (y todos los demás medicamentos) merece la pena ser consciente de la cuestión del balance beneficio-coste de tomar la medicación.
Todos los medicamentos se utilizan porque curan o producen una mejora en alguna enfermedad. Los fármacos antipsicóticos tratan los síntomas de la psicosis en la esquizofrenia y evitan en gran medida las recaídas. Los fármacos para la hipertensión normalizan la tensión arterial y previenen sus complicaciones (como el infarto de miocardio o el ictus). La insulina controla los niveles de glucosa en sangre y previene las complicaciones de la diabetes. Y así ocurre con muchos fármacos. El elemento de beneficio, de ganancia para el paciente por tomar el fármaco, debe estar siempre presente.
Para algunas personas, el coste del tratamiento puede ser más elevado de lo habitual. Por ejemplo, se produce algún efecto secundario fuerte del medicamento. Si éste es el caso, debe cambiarse la medicación pero no debe interrumpirse el tratamiento. Afortunadamente, los médicos disponen de varios fármacos para tratar la esquizofrenia y otras psicosis y si alguno de ellos ofrece un balance desfavorable entre los beneficios y los costes del tratamiento, puede intentar cambiarlo por otro.
A veces algunas personas sólo ven un lado del tema que se está debatiendo aquí, es decir, sólo el lado de los costes, los efectos secundarios y las limitaciones asociadas al tratamiento. Entonces sólo ven una parte de todo el panorama del tratamiento. Es fundamental ver el cuadro completo. Es necesario ver y comprender por qué el médico recomienda la medicación (lo peligrosa que puede ser la propia enfermedad, el comportamiento durante el curso de la enfermedad y sus consecuencias para la familia, para la vida, para la propia persona tratada). Los médicos no recomiendan los medicamentos sin motivo. Los recomiendan porque tratan una enfermedad grave y a veces muy peligrosa para el paciente y los que le rodean. Conviene ver qué aporta el medicamento, qué evita, cuáles son los beneficios de tomarlo. Sólo evaluando el conjunto de los beneficios y los costes del tratamiento es posible llegar a la conclusión de que es mejor ser tratado y llevar una vida lo más normal posible que no ser tratado y estar enfermo.
Históricamente, las personas tratadas estaban más acostumbradas a asumir los costes del tratamiento. Se puede recordar que las antiguas medicinas tenían que ser amargas. Así, la persona se reconciliaba con la idea de que estaba siendo tratada, de que el tratamiento podía "no ser bueno" pero que obtenía salud a cambio del coste. Hoy en día, varios medicamentos y jarabes tienen sabor a frambuesa o vainilla. Esto es sin duda algo bueno, mejor que que sean desagradables. Este enfoque del tratamiento también comunica a la persona tratada que se supone que el tratamiento debe ser "fácil, bonito y agradable". A veces puede ser así, pero no siempre. A veces la cura, en algún sentido literal o figurado, tiene que ser "amarga" porque aún no se ha inventado otra.
Así que centrarse simplemente en los efectos secundarios u otras molestias de un tratamiento es una actitud unilateral. Merece la pena preguntarse a uno mismo y a los demás: ¿qué gano si tomo medicación, qué sería de mí si no la tomara?
El artículo procede del número 4 de la revista Finding the Way (pulse para descargar FCGF)