Un buen punto de partida es tener una visión, una idea de cómo debería ser nuestro entorno doméstico. No me gustan los interiores desordenados. De esos en los que todo es soso, fuera de contexto. Las habitaciones que habitamos deberían reflejar nuestro carácter y nuestros gustos. Entonces podemos estar seguros de que nos sentiremos a gusto y en casa.
Sucede que no todo el mundo tiene un hogar al que volver. Aunque esto ocurra, no solemos pensar en ello. A menudo tratamos nuestro lugar de residencia como algo natural o inherente. Resulta que adquirir, amueblar y mantener un piso (u otras cuatro paredes) es un trabajo duro. Tener un lugar donde vivir nos hace sentir seguros. Además, tenemos la seguridad de saber que pertenecemos a algún sitio. Lo más importante es cuidar adecuadamente de este lugar.
Cada vez pasamos más tiempo fuera de casa. Paradójicamente, por eso le prestamos cada vez más atención. Como pasamos tan poco tiempo allí, queremos que sea un lugar especial. Por encima de todo, queremos relajarnos y descansar en casa. Eso es exactamente lo que queremos conseguir adaptando las habitaciones de forma óptima a nosotros. Los colores favoritos o un mobiliario confortable nos ayudan a recuperarnos más rápidamente.
Creo que el lugar en el que vivimos merece nuestro tiempo y atención. Si queremos sentirnos libres en nuestras casas, recordemos que todo depende de nosotros.