Durante mucho tiempo se pensó que la mente estaba al mando de nuestro cuerpo. Sin embargo, resulta que también puede ocurrir lo contrario: el cuerpo puede ejercer una fuerte influencia sobre nuestra mente.
El hecho de que el cuerpo desempeñe papeles tan importantes en procesos que hasta ahora se creía que dependían únicamente de la mente puede utilizarse en nuestro beneficio. La conciencia de que las sensaciones influyen en los procesos cognitivos puede utilizarse para manipular nuestro comportamiento, emociones, percepciones para conseguir un efecto específico.
Levantar la cabeza, adoptar una postura erguida, apretar los puños... estas pequeñas cosas pueden hacer que aceptemos más fácilmente las malas noticias, que sintamos menos dolor o que estemos más motivados para actuar.
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El efecto que el cuerpo tiene sobre la mente es innegable. Las investigaciones de Fritz Strack han demostrado que nuestras expresiones faciales influyen en nuestras emociones (en lugar de que las emociones influyan en las expresiones faciales). El investigador demostró que cuando sonreímos, enviamos señales al cerebro de que es bueno, lo que se traduce en buen humor, un juicio más suave de los demás, etc. Por supuesto, en el caso de una mueca o una cara triste, el efecto sobre nuestro estado de ánimo es igual de notable. Así que sonriamos más a menudo, incluso cuando no tengamos motivos para hacerlo.
