Las enfermedades cardiovasculares son responsables de aproximadamente 4 millones de muertes en la población mundial. Por lo tanto, la magnitud del riesgo es la base para tomar medidas de prevención y profilaxis adecuadas. Es necesario determinar el riesgo de padecer trastornos lipídicos para introducir en consecuencia los cambios necesarios en el estilo de vida. Para ello, se realizan análisis básicos de colesterol en sangre. Se llama la atención sobre la importancia de la actividad física y la dieta diaria como los elementos más relevantes para la prevención de los trastornos lipídicos.
Marcar la diferencia
Para modificar el perfil lipídico, es útil tener en cuenta varios aspectos de nuestra vida cotidiana. En primer lugar, hay que prestar atención a la actividad física y al peso corporal. Si nos referimos a la epidemiología de las enfermedades cardiovasculares, uno de los factores de riesgo clave para su desarrollo es el sobrepeso y la obesidad, especialmente en el contexto de los trastornos lipídicos. Por lo tanto, se recomienda reducir el valor energético de las comidas y aumentar el gasto energético incrementando la actividad física. Además, también conviene tener en cuenta que la actividad física regular también ayuda a prevenir muchas otras afecciones.
Reducir la ingesta de grasas trans es otro elemento de prevención en los trastornos lipídicos. La forma más sencilla de limitar la ingesta de grasas trans es evitar los productos que utilizan grasas vegetales, ya que de ahí procede aproximadamente el 80% de las grasas trans que consumimos. En su lugar, la dieta debe ser rica en grasas ricas en grasas saturadas, es decir, grasas de los grupos grasos omega 3 y omega 6.
Los carbohidratos y la fibra también deben equilibrarse adecuadamente en la dieta, en la que los carbohidratos deben estar en torno al 50%, a favor de las verduras, la fruta, los frutos secos, las legumbres, los cereales integrales y otros productos que sean fuentes ricas en fibra. La ingesta de azúcares también debe limitarse y, aparte de los procedentes de fuentes naturales como la fruta y la verdura, deben representar en torno al 10% del valor energético de las comidas.
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Los fitosteroles son otro elemento con el que debe enriquecerse la dieta. Los fitosteroles se encuentran de forma natural en los aceites vegetales, pero los aceites disponibles hoy en día son en su mayoría procesados industrialmente y pobres en estas sustancias. En su lugar, se añaden a diversos productos como la margarina y el yogur. Se ha confirmado el efecto beneficioso de los fitoesteroles en la reducción de las concentraciones tanto de CT como de LDL-C.
El arrozrojo fermentado contiene un pigmento que se utiliza como pigmento alimentario en China y, según los estudios, tiene un efecto beneficioso en la reducción de las concentraciones de colesterol en sangre. La situación es similar en el caso de la proteína de soja, que ha demostrado tener escasos efectos en la reducción de las concentraciones de LDL-C en sangre.
Farmacoterapia
Además de los cambios en el estilo de vida, el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares implica un tratamiento farmacológico en forma de estatinas, que reducen los niveles de colesterol inhibiendo su síntesis en el propio hígado. Se trata del grupo de fármacos mejor estudiado hasta la fecha y cuyo efecto se ha demostrado científicamente. Se ha demostrado que el uso de estatinas tiene un impacto significativo en la reducción de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares. Además, se ha observado que tienen un efecto inhibidor o incluso regresivo sobre los procesos ateroscleróticos que tienen lugar en el organismo. [1]