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Tormentas en una taza de té, o discusiones en una relación

Anna Pyka

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Tormentas en una taza de té, o discusiones en una relación

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La riña

Creo que discuto con demasiada frecuencia. En cierto modo, me parece bien, pero ¿qué piensan mis allegados? Depende de cómo se mire. Es un hecho bien conocido que con intercambios más agudos podemos contar con escuchar lo que la otra persona piensa realmente de nosotros. Pero, por otro lado, ¿realmente lo necesitamos?

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Al principio, pienso que sí. Tras un momento de reflexión, me imagino a alguien cercano a mí diciendo cosas horribles sobre mí. No, desde luego no me gustaría. Es decir, no está claro de qué lado morderlo. Todos somos conscientes de que discutir es parte integrante de nuestras vidas. Es poco probable que podamos evitar que se produzcan disputas. Y si algo ya tiene que existir, ¿quizás sea mejor aceptarlo? Conozco diferentes parejas, diferentes matrimonios y otras variantes de relaciones. Cada una de ellas es un ejemplo distinto y, al mismo tiempo, una excepción distinta que confirma la regla. Se puede discutir durante años y seguir juntos. O puede dar media vuelta tras la primera discusión y retirarse.

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No apruebo nada, ni condeno nada. Al fin y al cabo, nadie establece las reglas para discutir y nadie sabe realmente cómo debería ser. Hay una teoría en psicología que dice que la crisis es un componente necesario del desarrollo. ¿Qué tiene esto que ver? A saber, que a veces hay que derribar el viejo orden para construir algo nuevo.

Si hay que derribarlo, hay que hacerlo radicalmente, es decir, con un intercambio de opiniones decente. Entonces una discusión se convierte en una bendición, como la lluvia tras muchos días de sequía. Sin embargo, es bien sabido que un aguacero demasiado fuerte puede destruirlo todo. Así que, como siempre, es necesaria la moderación. No debemos sacar los cañones más pesados contra cualquier escaramuza cotidiana. Al fin y al cabo, nuestra pareja también tiene sentimientos. Y éstos pueden herirse con mucha facilidad.