Una de las formas modernas de colaboración mutua médico-paciente es la denominada "toma de decisiones compartida". Este tipo de relación mutua tiene una historia relativamente corta. Se empezó a hablar de ella en la década de 1980. En esta tendencia, la relación médico-paciente se basa en aumentar los conocimientos médicos del paciente y tener más influencia en las decisiones sobre el tratamiento. Tanto el paciente como el médico comparten información y conocimientos sobre las opciones de tratamiento. Las decisiones se toman conjuntamente basándose en que ambas personas están de acuerdo en una línea de actuación. Esta relación médico-paciente requiere mucho esfuerzo por ambas partes, pero también ofrece nuevas posibilidades terapéuticas.
Para el médico, el modelo de "toma de decisiones compartida" puede aportar mucha información sobre la experiencia previa del paciente con el tratamiento y sus preferencias individuales para tratamientos posteriores. También brinda la oportunidad de averiguar cuáles son las expectativas del paciente y cuál es su sistema de creencias en relación con la salud, su enfermedad y cómo le gustaría que fuera su tratamiento. Puede dar información sobre lo que es importante para el paciente y cuáles son sus expectativas, lo que hay que respetar en su sistema de valores. Si el médico no dispone de esta información, puede tomar decisiones arbitrarias que la persona tratada no aceptará. Esto puede acabar en que el paciente no compre la receta, deje de tomar la medicación o no acuda a la siguiente cita.
Por lo tanto, la discusión y la toma de decisiones conjuntas pueden ser una forma mucho más eficaz de orientar el tratamiento que la toma de decisiones unilateral. Si el médico decide unilateralmente, puede que el paciente no lo acepte. Si el paciente decide unilateralmente, puede que no sea capaz de evaluar plenamente su estado. Puede carecer de conocimientos sobre el tratamiento y tomar decisiones irracionales. El modelo de acuerdo y decisión compartida en muchos casos puede ser muy beneficioso tanto para el paciente como para el médico.
Sin embargo, una relación basada en la "toma de decisiones compartida" requiere una conversación más larga entre el médico y el paciente. Ambas personas tienen que exponer sus opiniones y discutirlas en el transcurso de la misma.
Este modelo no puede utilizarse cuando el paciente no reconoce que está enfermo y no ve la necesidad de un tratamiento. La toma de decisiones compartida es posible si ambas partes están dispuestas a aceptar las opiniones de la otra y el camino a seguir. Si una de las partes no ve la necesidad de ponerse de acuerdo en nada, por ejemplo quiere que se acepte el 100% de su opinión, entonces no puede haber acuerdo sobre una decisión. Este es a veces el caso si el paciente se encuentra en un estado de psicosis, no reconoce sus síntomas y la necesidad de tratamiento. Entonces el médico o los familiares del paciente se ven a menudo obligados a tomar decisiones en beneficio de la persona.
Lo que puede ayudar es organizar su relación sobre la base de la "toma de decisiones compartida":
- debe tener ciertos conocimientos sobre su enfermedad y sobre cómo tratarla
- ampliar estos conocimientos cuando surjan nuevas circunstancias
- Respete la opinión del médico (esto no significa estar incondicionalmente de acuerdo con todo, sino escuchar y estar dispuesto a comprender su opinión).
- Pida más aclaraciones si las necesita.
- Debe ser capaz de hablar sobre sus creencias y opiniones acerca de su enfermedad y sus expectativas sobre el tratamiento.
- Hablar, intercambiar opiniones y ponerse de acuerdo sobre el tratamiento posterior es de vital importancia.
- debe dejar claras sus objeciones y preocupaciones durante la visita
- si no acepta la recomendación del médico, debe decirlo durante la consulta y no actuar después a su manera
- si, tras discutirlo con el médico, se llega a una decisión conjunta, debe responsabilizarse de su aplicación.
Artículo extraído del número 4 de Encontrando el camino