Desde la invención de la penicilina a mediados del siglo XX, se ha hablado mucho de los efectos nocivos de los antibióticos en el organismo. Las indicaciones para el uso de antibióticos son variables y dependen del lugar de la infección, del agente patógeno, así como del estado general y el estado clínico del paciente. Por desgracia, los antibióticos no sólo afectan a las bacterias patógenas, sino también a las bacterias pertenecientes a la flora fisiológica natural, lo que conduce a su eliminación y, a menudo, a la esterilización completa de las zonas en las que fisiológicamente deberían estar presentes.
El papel de las bacterias saprofitas (beneficiosas) en el organismo es inestimable: intervienen en la regulación de los procesos digestivos, la absorción de electrolitos, mantienen un pH adecuado en la vagina y el intestino y son un componente necesario de la barrera protectora del sistema inmunitario.
Sin embargo, bajo la influencia de la terapia antibiótica, este equilibrio "microbiológico" dinámico se ve alterado con mucha frecuencia. Las cepas bacterianas beneficiosas, como el Lactobacillus y el Bifidobacterium, son sustituidas por bacterias patógenas con efectos adversos, como el Clostridium difficile, que produce las toxinas A y B y es la principal causa de la diarrea persistente postantibióticos.
Ocasionalmente, hay otras cepas: Enterococcus genus , Clostridium perfringens tipo A, Klebsiella oxytoca y otras, así como hongos -principalmente de la familia Candida. Un desequilibrio en la microflora intestinal hace que el organismo sea más susceptible a las infecciones alimentarias causadas por Salmonella, E.coli o Listeria. Los desequilibrios a largo plazo de la microflora intestinal contribuyen a aumentar el riesgo de cáncer colorrectal y de enfermedad inflamatoria intestinal, como la colitis ulcerosa.
Sin embargo, el síntoma más común de una microflora intestinal alterada es la diarrea. Se calcula que la prevalencia de la diarrea asociada a los antibióticos en adultos oscila entre el 5% y el 30%, incluido aproximadamente el 20% en pacientes tratados en el hospital. En los niños, en cambio, oscila entre el 11 incluso hasta el 40%, con una prevalencia por debajo de los 2 años de edad.
foto ojoimages
Además de la corta edad, un factor que favorece la aparición de diarrea posantibiótica es el tipo de antibiótico utilizado. Si bien es cierto que cualquier antibiótico puede causar diarrea, los preparados antibacterianos de amplio espectro que son activos contra las bacterias anaerobias - aminopenicilinas, aminopenicilina con ácido clavulánico, algunas cefalosporinas y clindamicina - son los que presentan un mayor riesgo.
