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El entorno educativo y el problema del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes

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El entorno educativo y el problema del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes

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Familia

El lema de la Organización Mundial de la Salud "La salud empieza en casa" hace hincapié en el papel de la familia en la formación y protección de la salud de sus miembros.

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Las investigaciones de Siegelman demuestran que las actitudes de rechazo y falta de amor de los padres producen rasgos introvertidos y altos niveles de ansiedad en los niños.

Una actitud de amor y aceptación hacia el niño produce rasgos extrovertidos y falta de ansiedad. Otros autores señalan también la importancia trascendental de las relaciones intrafamiliares y, en especial, de los tipos de actitudes parentales que presentan los padres para el desarrollo psicosocial del niño.

Un elemento extremadamente importante, según Ziemska, es la calidad de las actitudes presentadas por el padre y la madre individualmente. La divergencia o la oposición producen los efectos más negativos en el desarrollo psicosocial del niño. La falta de una coalición parental provoca trastornos en el niño, siendo a menudo un factor neurótico.

Como subraya Ziemska, los errores educativos provocados por actitudes parentales inadecuadas no sólo conducen a malentendidos temporales entre padres e hijos, sino que causan conflictos permanentes.


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Los autores de orientación sistémica tratan cualquier perturbación en el desarrollo psicosocial del niño como un síntoma de disfuncionalidad en el sistema familiar. Asimismo, el problema de los trastornos alimentarios se interpreta como el resultado de unas relaciones intrafamiliares malformadas.

Los investigadores que se ocupan del problema de la obesidad infantil consideran que el factor psicógeno que desencadena los antojos excesivos es una causa importante de este trastorno.

Es bastante frecuente encontrar opiniones según las cuales un mal funcionamiento del sistema familiar se convierte en un estímulo para los trastornos emocionales del niño, que pueden desembocar en la obesidad. El aumento del apetito y la ingesta excesiva de alimentos son una reacción a las experiencias y dificultades emocionales que experimenta el niño.

Comer se convierte entonces en un placer que compensa la tensión emocional desagradable. A menudo, los desencadenantes de tensión interna de larga duración son la causa de la supresión del hambre.

Según Hurlock, la energía no cargada que despierta una emoción puede tener consecuencias adversas para el bienestar mental y físico del individuo. El niño descarga la energía reprimida mediante reacciones vicarias, reacciones desplazadas, represión o estallidos emocionales.

Barker considera la sobrealimentación con la consiguiente obesidad como una compensación, en la que el ansia excesiva es un mecanismo de defensa contra la ansiedad o puede ser una forma sustitutiva de agresión.

Popielarska cree que los factores emocionales -la ira, la rabia, la hostilidad, el resentimiento, la culpa, el arrepentimiento, la tristeza, la inseguridad, el desánimo y, sobre todo, los sentimientos de ansiedad- desempeñan un papel importante en la patogénesis de la obesidad.