Las personas que hacen ejercicio intenso pueden experimentar agotamiento físico y diversos problemas de salud. También hay ocasiones especiales: vacaciones, cumpleaños, una celebración importante o, simplemente, una tentación irresistible: un olor, un aspecto o una asociación a la que es difícil resistirse. Incumplir un propósito y comer una comida calórica provoca sentimientos de culpa y pensamientos negativos sobre uno mismo, pero desviarse de una dieta rígida o de un horario es cada vez más habitual. Más aún cuando los esfuerzos realizados pueden no dar resultados espectaculares y los kilos se pierden a un ritmo mucho más lento de lo que cabría esperar. Cuando se hace evidente que las posibilidades de lograr el plan disminuyen, tiende a cundir el desánimo y se abandona por completo la pérdida de peso. Atrás quedan sentimientos de arrepentimiento, fracaso e impotencia. Para mejorar el estado de ánimo, se puede volver a comer en exceso y así se cierra el círculo. El nuevo aumento de peso continúa hasta que llega el momento de la movilización y se vuelve a tomar la determinación de "hacer algo por uno mismo".

Los objetivos demasiado ambiciosos no son buenos a largo plazo. Provocan una gran movilización de energía al principio, pero en una fase posterior agotamiento de recursos y desánimo. Esto es tan cierto para planificar una reducción de peso excesiva como para las restricciones dietéticas demasiado restrictivas, como para el ejercicio físico demasiado agotador. El tratamiento de la obesidad es similar a una carrera de fondo: requiere una estrategia bien meditada, repartir las fuerzas y adaptar el ritmo a las propias capacidades.

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