Se ha demostrado que las hormonas presentes de forma natural en el organismo femenino, por ejemplo el estrógeno o la progesterona, influyen en la aparición del cáncer. Los científicos han sacado una conclusión sencilla de este hecho: las hormonas adicionales que se toman de forma externa no pueden permanecer sin un efecto sobre la salud de las mujeres que las toman. Por tanto, la relación entre la píldora anticonceptiva y el cáncer se puso bajo el microscopio.

¿Cuál fue el resultado de esta investigación?

El cáncer de mama tiene muchas causas. Una de ellas es la exposición del tejido mamario a altas dosis prolongadas de hormonas femeninas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la primera menstruación se produce pronto o la menopausia comienza relativamente tarde. Quedarse embarazada a una edad más tardía o no tener hijos también pone en riesgo la salud de la mujer. Sin embargo, se ha demostrado que el uso de anticonceptivos hormonales sólo aumenta ligeramente el riesgo de cáncer de mama.

Significativamente, después de 10 o más años sin utilizar la píldora, este riesgo ya no difiere de la estadística común. Parece que el tipo de anticonceptivo utilizado tampoco está exento de influencia. Se sospecha que las píldoras trifásicas, en las que la cantidad de hormonas suministradas al cuerpo cambia a lo largo de las tres fases del ciclo, son las que más influyen en el riesgo de desarrollar cáncer de mama. Un efecto más significativo sobre la salud de la mujer se ha registrado en la relación entre la anticoncepción hormonal y el cuello uterino.

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Aquí existe un peligro especial en caso de infección concomitante por el virus del papiloma humano (VPH), debido a que las hormonas de la anticoncepción oral pueden aumentar la susceptibilidad de las células del cuello uterino a la infección por este virus, además de reducir su capacidad para regenerarse adecuadamente.