La eficacia de la anticoncepción hormonal se debe al efecto de inhibir la ovulación y cambiar la estructura del moco cervical y la mucosa del útero. Este mecanismo utilizado en las píldoras anticonceptivas debería traducirse en una eficacia del 100%.

Sin embargo, no es así. La absorción de las hormonas -y por tanto su metabolismo, que influye en su eficacia- se ve afectada por muchos factores. El más común es olvidarse de tomar un comprimido, pero no es el único factor de riesgo. Incluso la toma de otros medicamentos o los trastornos alimentarios (vómitos, diarrea) pueden debilitar o anular el efecto de los comprimidos.

El embarazo en las estadísticas

La eficacia de la anticoncepción se mide por el índice de Pearl. Éste indica, en función del número de "deslices" de las usuarias, cuántas mujeres de cada cien que utilizan un método concreto se quedan embarazadas en un año. Este índice se da como un número (por ejemplo, 3 por cada 100) o como un porcentaje (3%).

Si se comparan los índices de Paerl para las distintas formas de anticoncepción, se observan claras diferencias. Si se recurre a la abstinencia periódica o al preservativo, hay que contar en la práctica con una alta (24 y 18 respectivamente) probabilidad de embarazo no planificado en el primer año de uso. Cuando intervienen las hormonas, la eficacia aumenta considerablemente: soluciones como los sistemas intrauterinos o los implantes subcutáneos son prácticamente tan eficaces como la esterilización quirúrgica femenina (índice de Pearl incluso a 0,05).

Para otras formas de hormonas - por ejemplo, píldoras/placas/anillos - el índice oscila entre 0,3 y 9 aproximadamente, siendo la eficacia anticonceptiva real la más influida por un uso correcto y regular.