El cambio anual entre el horario de verano y el de invierno provoca una divergencia de los relojes biológicos, lo que tiene consecuencias a largo plazo para la salud. Los días más largos, las noches más cortas y el aumento de las temperaturas pueden provocar trastornos del sueño. Una analogía puede ocurrir cuando los días son más cortos en invierno y las noches más largas. Los estudios han demostrado que los efectos de la pérdida de sueño aumentan con los años.
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