La medicina moderna abarca el tratamiento de miles de entidades patológicas. Por desgracia, en algunos casos, no se conoce ningún tratamiento causal o simplemente no es posible debido a la naturaleza específica de la enfermedad. Por ello, a veces se recurre a diversas formas de profilaxis con el fin de reducir al máximo el riesgo de una enfermedad peligrosa. Una de las formas más comunes de dicha profilaxis es el llamado tratamiento anticoagulante, que consiste en administrar a los pacientes la medicación adecuada para prevenir la formación de coágulos y embolias.
¿Qué es la coagulación sanguínea?
La coagulación de la sangre es uno de los mecanismos de defensa más importantes de nuestro organismo. Sólo tenemos que recordar cuántas veces nos hemos lesionado, por no hablar de los peligrosos accidentes. Los procesos que se producen cuando se daña algún vaso están diseñados para evitar la pérdida de sangre (y, por tanto, de oxígeno). La esencia de este fenómeno reside en la activación del fibrinógeno, que forma un coágulo para detener la salida de sangre. La función más importante en este proceso la desempeñan las plaquetas y los llamados factores de coagulación plasmáticos producidos por nuestro hígado.
Los trastornos más comunes de la coagulación de la sangre
Los trastornos de la coagulación de la sangre pueden dividirse en dos grandes grupos.
- Coagulación sanguínea insuficiente: se trata de trastornos que alteran la cascada de reacciones químicas que conducen a la formación de un coágulo o a la contracción de un vaso sangrante. Suelen provocar hemorragias potencialmente mortales y shock hipovolémico (es decir, shock resultante de la pérdida de líquidos). Enfermedades como la enfermedad de Von Willebrand, la trombocitopenia idiopática o la hemofilia A o B suelen ser las responsables del desarrollo de este tipo de trastorno.
- Hipercoagulabilidad de la sangre: se trata de un grupo de enfermedades para cuyo tratamiento se utiliza la terapia anticoagulante. La entidad patológica más importante que conduce al desarrollo de coágulos potencialmente mortales es el tromboembolismo venoso.
Tromboembolismo venoso
El tromboembolismo venoso consiste en dos afecciones que se producen de forma independiente: la trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar. La trombosis venosa profunda se refiere a la formación de coágulos sanguíneos en el sistema venoso profundo, normalmente en las extremidades inferiores. Se trata de una dolencia muy común. Afecta a una media de 2/1.000 personas. En el caso de los mayores de 65 años, ¡la cifra aumenta hasta 1/100 pacientes! Una serie de trastornos conocidos colectivamente como "tríada de Virchow" son los responsables de su formación. Entre ellos se incluyen la ralentización del flujo sanguíneo en los vasos, el predominio de factores postrombóticos sobre los factores que inhiben la coagulación de la sangre y la formación de pequeños daños en la pared vascular (por ejemplo, por el desprendimiento de una placa aterosclerótica). Los pacientes con los siguientes factores de riesgo son especialmente vulnerables:
- Edad superior a 40 años,
- IMC superior a 30,
- antecedentes de ictus,
- traumatismos graves (especialmente traumatismos multiorgánicos),
- uso de anticonceptivos hormonales orales,
- enfermedades autoinmunes,
- embarazo y puerperio.
La embolia pulmonar, por su parte, implica el cierre o estrechamiento crítico de la arteria pulmonar, encargada de transportar la sangre del corazón a los pulmones. Se trata de una enfermedad especialmente peligrosa con una elevada tasa de mortalidad. Se calcula que el 7% de todas las muertes hospitalarias se deben a una embolia pulmonar.
Formas de tratamiento anticoagulante
La tromboembolia venosa es una enfermedad que constituye una complicación de muchas otras entidades patológicas. Para evitarla, los médicos deciden a menudo incluir un tratamiento anticoagulante. Existen tres formas principales del mismo:
- tratamiento antiplaquetario,
- tratamiento con heparina,
- tratamiento con antagonistas de la vitamina K.
Tratamiento antiplaquetario
Se trata de una forma de terapia destinada a inhibir la agregación plaquetaria excesiva, que puede dar lugar a la formación de coágulos y embolias peligrosas. Se utiliza sobre todo con ácido acetilsalicílico. Es un fármaco indicado para afecciones como:
- cardiopatía isquémica,
- prevención del infarto de miocardio en pacientes de alto riesgo (mayores de 50 años, fumadores, hipertensos, obesos, hipercolesterolemia),
- prevención secundaria en pacientes tras un infarto de miocardio, tras la implantación de un stent vascular, tras una angioplastia coronaria,
- prevención de los ataques isquémicos transitorios (AIT) y del ictus isquémico.
Además del ácido acetilsalicílico, se utilizan otros antiagregantes plaquetarios como el clopidogrel, el prasugrel o el ticagrelor.