Los trastornos metabólicos que aparecen junto con el cáncer pueden interferir en el diagnóstico de la enfermedad y ser causa directa de una afección que pone en peligro la vida y la salud.
La hiperuricemia es un trastorno que implica niveles séricos de ácido úrico persistentemente elevados. Afecta con mayor frecuencia a personas con leucemia, linfoma y melanoma. Es más probable que se produzca cuando la masa tumoral inicial es grande y el tratamiento ha conducido a la remisión. Las concentraciones elevadas de ácido úrico en la sangre conducen a la cristalización en los túbulos renales, provocando insuficiencia renal. Los síntomas pueden ser inespecíficos, presentándose como náuseas, vómitos y alteraciones de la conciencia. También pueden aparecer dolores articulares. El diagnóstico se basa en los resultados de las pruebas de ácido úrico, creatinina y urea en sangre. [4]
La acidosis láctica es una afección metabólica que suele presentarse en pacientes con neoplasias hematopoyéticas de evolución rápida. El organismo experimenta una perfusión tisular reducida, hipoxia y, como consecuencia, formación de lactato en un entorno anaeróbico. El daño hepático o la metástasis del tumor en el hígado son condiciones que favorecen el desarrollo de la acidosis láctica. El nivel de lactato en los resultados de las pruebas es importante en el diagnóstico. El tratamiento emprendido es principalmente sistémico y de eliminación de la causa. A menudo la diálisis es el método con los resultados deseados[5].
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Los trastornos metabólicos en el cáncer son un factor de riesgo vital muy peligroso. Dado que pueden surgir tanto como resultado de la descomposición espontánea del tumor como en respuesta al tratamiento, es por tanto crucial controlar el estado del paciente de forma continua y tomar las medidas preventivas y curativas adecuadas una vez que el trastorno ya se ha producido.