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Trastornos metabólicos en el cáncer

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Trastornos metabólicos en el cáncer

Panthermedia

Médico que escribe la ficha del paciente

Los trastornos metabólicos que aparecen junto con el cáncer pueden interferir en el diagnóstico de la enfermedad y ser causa directa de una afección que pone en peligro la vida y la salud.

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Es crucial que los trastornos metabólicos se detecten lo antes posible y que se emprenda el tratamiento adecuado. Los trastornos metabólicos pueden ser consecuencia del tratamiento emprendido o del propio cáncer.
Los trastornos metabólicos incluyen, entre otras, afecciones como el síndrome tumoral agudo, la hipercalcemia, la hiperuricemia o la acidosis láctica[1].

La descomposición de las células tumorales, ya sea por causas naturales o como consecuencia del tratamiento, puede dar lugar a un trastorno metabólico denominado síndrome de descomposición tumoral aguda . La liberación de ácidos nucleicos provoca hiperuricemia, la hiperfosfatemia surge tras la liberación de fósforo de las células tumorales, cuya concentración es mucho mayor en las células tumorales que en las células corporales. Además, el fósforo se une al calcio, lo que puede provocar una hipocalcemia.

Este síndrome afecta con mayor frecuencia a las personas con leucemia y linfoma. Se trata de tumores que duplican rápidamente su tamaño y se caracterizan por una elevada quimiosensibilidad. Los síntomas de este trastorno son inespecíficos, por lo que el diagnóstico es extremadamente difícil. Se basa principalmente en pruebas de ácido úrico sérico, creatinina, fosfato, potasio, reducción del calcio y el hallazgo de insuficiencia renal[2].

foto: pantherstock

La hipercalcemia es un trastorno metabólico que provoca alteraciones electrolíticas graves y son los síntomas asociados a la desregulación del metabolismo electrolítico los que tienen mayor valor diagnóstico para detectar la hipercalcemia. Es más frecuente en el cáncer de mama, el mieloma múltiple, el cáncer de pulmón y el cáncer de riñón. Suele manifestarse como un aumento de la sed, debilidad, somnolencia que incluye el coma, bradicardia, arritmia y la aparición de náuseas y vómitos. El tratamiento emprendido depende principalmente del estado del paciente y del nivel de calcio en sangre[3].