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¡Mamá, quiero ser como tú!

Monika Mierzwa

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¡Mamá, quiero ser como tú!

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Leer a su hijo

Las niñas se parecen a sus madres, las adolescentes se rebelan contra ellas. Cuando una mujer se convierte en madre joven, es ella quien sirve con su sabiduría y ayuda a su bebé recién nacido. Es a su lado donde crecemos mirándola con orgullo y escuchando su sabiduría vital.

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Todas las niñas cogen subrepticiamente la ropa y los cosméticos de su madre para vestirse torpemente y pintarse en un rincón frente al espejo para ser ella: su madre. Qué graciosas parecen entonces estas mujercitas cuando pasean por la habitación con perlas al cuello y tacones de aguja demasiado grandes, tarareando en voz baja las melodías favoritas de sus madres. Cuántas veces hemos dicho nosotras mismas estas palabras de niñas, y a menudo las hemos oído después de boca de nuestras hijas: Mamá, quiero ser como tú. Qué bonito suena.

Lo queramos o no, somos iguales que nuestras madres. ¿A qué se debe esto? Según los psicólogos, la madre es la persona más importante en la vida de toda hija. También es la primera mujer que conocemos, lo que la convierte en un modelo para nosotras. Alguien que nos transmite todo un conjunto de rasgos de carácter y valores que constituyen nuestra sensibilidad y feminidad.

foto: ojoimages

Al observarlo desde sus primeros momentos de vida, adquirimos sus rituales cotidianos, sus gustos, su forma de comportarse e incluso sus visiones del mundo. Llegamos a parecernos a ellos. Así es como nos convertimos en mujeres.

En los años preescolares y los primeros años escolares, nos sentimos orgullosas del hecho y nos excita la sensación de parecernos tanto a nuestras madres. La pubertad, en cambio, es una época de rebelión y una tormenta de hormonas en nuestras cabezas. Es entonces cuando tomamos conciencia del paso del tiempo. Nos damos cuenta de que, aparte de las ventajas, las madres también tienen desventajas. Empezamos a sentir el miedo a la vejez. A menudo nos entra el pánico y nos rebelamos contra el inevitable giro de los acontecimientos, rechazando así la idea de que podemos ser como nuestros padres.