En los últimos años, ha cambiado mucho el enfoque de la sexualidad de los pacientes cardiacos. Los profesionales han empezado a reconocer la actividad sexual como un área importante de la vida de los pacientes. Los propios pacientes se han abierto y es más probable que pidan directamente recomendaciones sobre estas cuestiones. Por último, las recomendaciones para retomar las relaciones sexuales tras un infarto de miocardio también han cambiado, pasando de ser muy conservadoras y aumentar los temores del paciente, a ser mucho más permisivas (casuales). De hecho, resulta que en la gran mayoría de los pacientes cardiacos, el sexo está permitido e incluso se recomienda.
Fármacos útiles y fármacos perjudiciales
Algunos de los fármacos utilizados en la cardiopatía isquémica afectan negativamente a la función sexual. Esto es especialmente cierto en el caso de los bloqueantes B no selectivos (como el propranolol), los glucósidos digitálicos y los diuréticos. En menor medida, estas alteraciones las provocan los bloqueantes de los canales del calcio o los fármacos del grupo de los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina. Los sartanes presentan el perfil más favorable en cuanto a no provocar disfunciones sexuales, y de los bloqueantes B, el nebivolol.
Como ya se ha mencionado, el trastorno más conocido en el grupo de pacientes cardíacos es la disfunción eréctil. La situación afortunada es que la farmacoterapia puede utilizarse para estos trastornos. Se trata de una situación muy rara en sexología: no existen fármacos en absoluto para los trastornos sexuales en las mujeres. Probablemente porque su modelo de respuesta sexual es demasiado complejo. Los fármacos utilizados para los trastornos sexuales son los llamados inhibidores de la fosfodiesterasa 5 (I-FCGE 5). El ejemplo clásico de esta familia es el sildenafilo, pero tras él se han producido varias sustancias más similares, que difieren en la rapidez de acción y la duración de los efectos. Todas ellas inhiben la acción de una enzima cuya función es descomponer el mensajero responsable de la vasodilatación en los cuerpos cavernosos del pene, de la que depende el flujo sanguíneo durante la erección.
Una vez producidos estos fármacos, surgió la ansiedad entre los cardiópatas sobre su seguridad. Al mismo tiempo, éste era el grupo que más podía necesitar tales fármacos. Esta preocupación ha llevado a que los I-FCGE 5 sean uno de los grupos de fármacos más investigados, existiendo miles de artículos de investigación sobre el tema. Para el estudio se elaboró un cuestionario de cribado que incluía preguntas a los pacientes sobre la disfunción eréctil y que hoy en día utilizan de forma rutinaria los urólogos, entre otros. En el transcurso del estudio, se comprobó que los fármacos eran seguros en pacientes cardiópatas. Lo único que no debe hacerse es combinarlos con nitratos (por ejemplo, nitroglicerina), ya que se corre el riesgo de una caída de la tensión arterial potencialmente mortal. Los I-FCGE 5 también están contraindicados en personas para las que no se recomienda la actividad sexual debido al riesgo cardiovascular.
3 categorías de pacientes
En 2010 se celebró en Princeton la tercera conferencia sobre salud sexual en pacientes cardiacos. El resultado fue una serie de recomendaciones denominadas Consenso de Princeton III. Estas recomendaciones dividen a los pacientes en tres categorías en función de su carga somática y su capacidad de rendimiento.
En el grupo de bajo riesgo: el riesgo de mantener relaciones sexuales es comparable al de la población sana. Esto incluye a las personas con menos de tres factores de riesgo cardiovascular importantes, con hipertensión bien controlada, al menos 6-8 semanas después de un infarto de miocardio con una prueba de esfuerzo negativa (¡mucho menos de lo que se piensa!), prolapso de las valvas de la válvula bicúspide, fibrilación auricular con función ventricular controlada.
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Lasituación de los pacientes del grupo de riesgo moderado no está clara y su actividad sexual debe retenerse hasta que se haya ampliado el diagnóstico cardiológico para clasificarlos como de bajo o alto riesgo. Esto incluye a pacientes sin síntomas pero con al menos tres factores de riesgo cardiovascular importantes presentes, pacientes de dos a seis semanas después de un infarto de miocardio y pacientes con arteriosclerosis periférica.
Sólo en el grupo de alto riesgo se contraindica explícitamente la actividad sexual por ser peligrosa para la salud. Una vez modificados los factores de riesgo, es posible reevaluar clínicamente y posiblemente cambiar el grupo al que se puede asignar un paciente. La categoría de mayor riesgo incluye a los pacientes con hipertensión no controlada, que están recientes (hasta 2 semanas) tras un infarto de miocardio, con arritmias ventriculares malignas como las desencadenadas por el esfuerzo o la emoción, cardiomiopatía con estenosis del tracto de salida ventricular, defectos cardíacos valvulares graves (especialmente estenosis aórtica).
Resumen
Hablar de salud sexual debería ser un procedimiento rutinario ofrecido por los especialistas a los pacientes tras un infarto de miocardio. Este asesoramiento puede basarse en las directrices existentes y en los resultados de los estudios científicos, que indican una elevada seguridad de un retorno relativamente rápido a las relaciones sexuales tras un infarto de miocardio en la mayoría de los pacientes. Esta seguridad es aún mayor cuanto menor es el estrés asociado a la realización de esta actividad. La satisfacción sexual contribuye sin duda a mejorar la calidad de vida de ambos miembros de la pareja.