El comportamiento específico de las víctimas de la violencia puede explicarse por el funcionamiento del sistema límbico, o más concretamente por su elemento, la amígdala. Esta hipótesis fue desarrollada por Joseph Le Doux. Según él, la amígdala almacena la memoria de las emociones experimentadas, especialmente la ansiedad, y las situaciones en las que se vivieron. La amígdala se desarrolla mucho antes que otros sistemas de memoria del cerebro. Como resultado, recordamos emociones fuertes, a menudo negativas, mientras que, por otro lado, no somos conscientes de la situación a la que están asociadas.

Más adelante, los estímulos se comparan emocionalmente con el rastro de memoria creado en el pasado y se genera una respuesta emocional posterior. Por eso las reacciones emocionales están tan influidas por las experiencias traumáticas tempranas. Esto también repercute en el enfoque emocional de la realidad.

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Las víctimas de la violencia son más propensas a reacciones de ansiedad. La agresividad tiene una base biológica: como forma de resolver problemas o de causar dolor. Todos los estudios realizados hasta la fecha han confirmado la influencia significativa de la función cerebral en el comportamiento agresivo. Se especula que en el futuro habrá medidas médicas para minimizar los daños causados por la agresividad.