Perder el sentido del olfato puede parecer un problema trivial; después de todo, los demás sentidos parecen teóricamente mucho más importantes para el funcionamiento. En realidad, sin embargo, la pérdida del sentido del olfato puede acarrear muchas consecuencias, entre ellas una importante pérdida de peso debida a una drástica disminución del apetito (no es infrecuente que los pacientes con un trastorno olfativo experimenten una reducción significativa del apetito debido a que la percepción del sabor de los alimentos también está ligada a estímulos olfativos).
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