Cada vez son más las investigaciones que indican que los trastornos metabólicos, como la resistencia a la insulina, pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Aunque durante décadas se consideró una enfermedad neurodegenerativa típica, cada vez hay más pruebas de que los procesos metabólicos -especialmente los relacionados con la respuesta anormal del organismo a la insulina- pueden influir en el ritmo de envejecimiento del cerebro y en la progresión de la demencia.
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