El resultado es una ralentización de la función cerebral y una mayor susceptibilidad a enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson. Es importante destacar que la restricción de alimentos provoca la activación de moléculas que ayudan a mantener la juventud y a reducir la muerte de las células nerviosas. Una proteína llamada CREB1, que tiene la capacidad de regular genes específicos uniéndose al ADN, es probablemente la responsable de esta afección. Entre otras cosas, esta proteína activa: los genes responsables de la longevidad. Actualmente se están llevando a cabo nuevos estudios para confirmar el proceso antes descrito en nuestro cerebro.