Casi todas las mujeres se levantan por la mañana y se encuentran con que no tienen nada que ponerse. Se promete a sí misma ir de compras, pero los fondos no siempre están ahí. Yo he resuelto este problema. Por el precio de una blusa nueva, tengo una montaña de ropa sofisticada y original.
Entro en una tienda de ropa y enseguida veo el brillo de un deslumbrante jersey dorado. Lo toco como una coleccionista, agarrándolo para hacerme con él. ¡Ahora es todo mío! Me abro paso a toda prisa por el resto de perchas cargadas hasta los topes. En mi campo de visión hay una cola interminable de mujeres que entran en el probador.
Un momento más de incertidumbre, una opresión en el estómago, una sensación como si mi corazón estuviera a punto de saltar... Sí, sí, sí, la euforia alcanza su cenit, ¡¡¡ya está!!! Enseguida veo en el espejo una sonrisa de oreja a oreja. Mi talla, me queda perfecta, me veo extravagante en ella. Unas cuantas miradas más en el espejo y avanzo libremente hacia la caja con paso de conquistadora. Pago... derramando unas cuantas monedas de oro sobre el mostrador.
Al entrar en casa, me pregunto dónde podré meter mi nueva adquisición. Todos los armarios están abarrotados, los baúles de zapatos y bolsos llegan ya casi hasta el techo. ¿Y quién dice que las tiendas de segunda mano son sólo para la ropa vieja y desgastada de la gente más pobre? Me encantan las tiendas de segunda mano, donde se pueden encontrar rarezas tales que nadie pensaría siquiera que se trata de ropa "por un céntimo".
