Recuerdo un chiste en el que un hombre que coge todos los días el transporte público para ir a trabajar confunde los autobuses y se sube a otro. Resulta que el autobús transporta a pacientes de una de las instituciones para personas con trastornos mentales. Cuando se da cuenta de la gente entre la que se encuentra, se dirige rápidamente hacia el conductor con un mensaje claro: "Por favor, déjeme bajar. Realmente no estoy loco". A lo que el conductor, con una paciencia angelical y una nota de aburrimiento en la voz, responde: "Claro, ninguno de ustedes lo está".
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