La piel de todo el mundo está cubierta por un manto lipídico, una capa de grasa producida por las glándulas sebáceas. Su función es proteger contra el sol, las heladas, el viento, las bacterias, los virus y los hongos, así como contra la pérdida de agua. En la piel también hay otras grasas bien conocidas por la morfología: el colesterol y los triglicéridos. Su exceso es indeseable en la sangre por el riesgo de aterosclerosis. Sin embargo, para la piel son extremadamente importantes: suavizan e hidratan, y ayudan a que otros nutrientes penetren profundamente en la piel.
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