El problema de la intolerancia a la lactosa ha acompañado al hombre desde que la leche apareció en la dieta humana, pero no fue hasta el siglo XX cuando se llevó a cabo una investigación especializada sobre el trasfondo de este fenómeno. La intolerancia es el resultado de una deficiencia de la enzima lactasa, responsable de digerir la lactosa contenida en la leche y los productos lácteos. El abanico de síntomas de la intolerancia es amplio y, por desgracia, a menudo se confunde con una alergia alimentaria, pero, como han demostrado numerosos estudios, la base de estos dos procesos patológicos es completamente diferente.
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