Cada día nos enfrentamos a muchas situaciones estresantes diferentes. Mientras que para algunos es estresante ir a la escuela, al trabajo, a un examen o a una vista judicial, para otros no supone ningún problema.
Se trata, por tanto, de una cuestión individual para cada persona. Sin embargo, no hay duda de que algunas personas afrontan mejor el estrés, otras menos bien. Con el tiempo, aprendemos a tratar el estrés como un impulso para actuar, esforzarnos y superar obstáculos (estrés positivo). Por desgracia, el estrés también puede tener un impacto muy negativo en nuestro funcionamiento y nuestra vida cotidiana (provocando problemas de memoria, habla, sueño, ansiedad e incluso retraimiento).
¿Qué nos causa estrés y cuáles son los tipos de estrés?
En la actualidad existen varios tipos de estrés y los factores (estresores, es decir, estímulos psicológicos y/o físicos negativos) que los provocan o agravan. Las fases específicas de la respuesta al estrés y las formas aprendidas de afrontarlo son evidentes en cada paciente. El estrés puede dividirse en físico (cualquier cambio al que responde el organismo ante factores perjudiciales o peligrosos) y psicológico (desencadenado por diversos estímulos y que conduce a un fuerte aumento de la tensión emocional).
La mayoría de nosotros asociamos el estrés de forma negativa, pero conviene recordar que podemos distinguir entre los siguientes:
- distrés, o estrés malo, peligroso para la salud y la vida del paciente, especialmente cuando es grave y frecuente
- eustrés, o estrés bueno/positivo, que conduce a la satisfacción y el contento sin efectos negativos
No cabe duda de que cada uno de nosotros afronta las situaciones estresantes de forma individual. A muchos de nosotros, ir a un nuevo trabajo, a un examen o a una boda nos causa estrés. También lo hace demasiado ruido, una temperatura demasiado alta, la enfermedad de alguien de la familia, una situación conflictiva difícil (dentro de la familia o entre amigos).
La respuesta al estrés consta de tres fases sucesivas:
- alarma (hay una movilización de las fuerzas del organismo y un intento de hacer frente a la situación estresante),
- resiliencia (intento de adaptarse al factor estresante) y
- agotamiento (el organismo pierde su capacidad de defenderse, como consecuencia de que el factor estresante actúa durante demasiado tiempo, un estado peligroso para la salud o incluso la vida del paciente).
Cada persona tiene una resistencia diferente a los factores estresantes; lo que es estresante para algunas personas no molesta a otros pacientes y no supone una amenaza para ellos. Cuando notamos que reaccionamos de forma demasiado emocional ante determinadas situaciones de la vida cotidiana, debemos intentar encontrar una solución. Cuando el estrés se vuelve demasiado grande y no somos capaces de afrontarlo por medios caseros, merece la pena consultar a un especialista.